Los diplomaticos turcos que desafiaron a la Gestapo
Por Eduardo Basz
Entre las actividades de rescate de judíos
sefarditas del horror del Holocausto se destacaron los embajadores y
cónsules de Turquía establecidos en Francia, en Grecia y en toda
Europa. Específicamente, todos los diplomáticos turcos acreditados
ante París y Vichy ayudaron a los judíos a huir de la persecución
del nazismo.
El embajador en Vichy, Behic Erkin (1940-1943), los cónsules
generales en París, Ceudet Dulgen (1939-1942), Namyk Kemal Yolga
(1942) y Fikret Pefik Ozdooancy (1942-1945), los cónsules generales
en Marsella, Bedii Arbel (1940-1943) y Mehmet Fuat Carym (1943-1945)
y el vicecónsul en esa ciudad, Necdet Kent (1942-1945).
Aún así, entre los historiadores hay un debate acerca de si era una
política de Ankara -que se manejaba con una estudiada ambigüedad- o
si los diplomáticos actuaron por su cuenta y riesgo.
Pero en la Europa ocupada, los judíos turcos contaban con la
protección de Turquía que durante casi toda la Segunda Guerra
Mundial se mantuvo neutral y era un proveedor de minerales
estratégicos para la industria militar alemana.
Sin embargo, los nazis no siempre respetaban esa protección y
trataban de cruzar la línea. Les confiscaban las viviendas y
llegaron a deportarlos a los campos de Drancy y Compiegne. Frente a
esa situación, la embajada y los consulados turcos intercedían y
generalmente lograban su libertad.
El episodio más destacado lo protagonizó el vicecónsul de Marsella,
Necdet Kent: Su asistente Sidi Iscan, un judío turco, le informa que
los nazis están haciendo una redada y se llevan a unos 80 judíos.
Los dos van a la estación de Saint Charles, discuten con las tropas
alemanas y suben al mismo vagón donde iban los deportados.
En una de las estaciones siguientes, detienen al tren y un oficial
de la Gestapo le pide disculpas. Pero Kent se planta y le dice que
sólo se va a ir si lo acompañan los prisioneros. Cosa que sucede. El
tren iba al campo de Drancy y el destino final de esas personas era
Auschwitz.
A lo largo de su vida, Kent recordará ese momento. Y cuando alguien
le preguntaba por qué lo hizo, simplemente respondía: "Lo hice
porque era lo correcto". Otro cónsul, Yolga, también se subió a un
tren y entregó certificados turcos a judíos que iban a ser
deportados.
Se encontraban en una situación más complicada los así llamados
"turcos irregulares". Es decir, quienes se habían establecido en
Francia antes de la guerra y por algunas disposiciones
administrativas perdieron la ciudadanía. De todos modos, los
diplomáticos turcos los ayudaban. Este problema se resolvía con
papeles sellados y firmados, que tanto impresionaban a las
autoridades alemanas.
De acuerdo con las normas, los ciudadanos turcos debían depositar
sus pasaportes en los consulados y recibían un certificado de
ciudadanía que les daba cierta protección. Los judíos turcos
irregulares podían solicitar la ciudadanía, pero el trámite era muy
largo. Se enviaba el expediente a Ankara y en el interín recibían un
certificado, aunque legalmente no les correspondiera. Esa situación,
les dio a los judíos turcos el status de ciudadanos de un país
neutral.
Aunque la actividad estaba centrada en los judíos turcos, uno de los
cónsules honorarios de Lyon, un francés de apellido Routier, habría
entregado certificados de ciudadanía a judíos no turcos.
Hacia 1944, cuando Turquía le declara finalmente la guerra al III
Reich, los nazis instan a los funcionarios turcos a repatriar a sus
ciudadanos.
Entonces, la embajada organiza varios trenes de París a Estambul, en
los que viajaron muchos judíos. La actividad comprometida de esos
diplomáticos no pudo evitar que de los 20.000 judíos turcos
residentes en Francia, cerca de 1.600 murieran en los campos de
concentración.
Recientemente, la Fundación Wallenberg hizo un llamamiento a través
de los medios turcos para recoger testimonios en favor de estos
diplomáticos para que el organismo israelí Yad Vashem les conceda el
título de Justos entre las Naciones. En las condiciones actuales,
cuando algunos factores han estereotipado a los musulmanes, estos
reconocimientos adquieren un valor especial.
"Todos los salvadores merecen ser reconocidos, ya sean judíos,
cristianos o musulmanes", señalan los directivos de la Fundación.
"En el caso de los musulmanes creemos que el mensaje de solidaridad
humana se intensifica por la situación actual del conflicto entre
Occidente y el Islam fundamentalista. Pero un salvador es un
salvador".
ayresdejazz@gmail.com
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