Son los humedales, estúpido

Por Eduardo Basz


La protección de los humedales no es una de esas iniciativas que convoquen multitudes. Tampoco se trata de una cuestión destacada en la agenda pública. Más bien lo contrario: es un aspecto importante del mundo real pero casi desconocido y al cual es urgente instalarlo en el debate contemporáneo. En situaciones como esta uno siente la ausencia del capitán Costeau.
Las regiones de este planeta conocidas como humedales tienen un elemento en común: el agua. Se trata de ecosistemas muy productivos, esenciales para la conservación de la biodiversidad. No es de extrañar que haya tantas campañas para defenderlos de la degradación y la desaparición: en nuestro país se distinguen la Fundación Proteger de Santa Fe y el Centro de Derechos Humanos y Medio Ambiente de Córdoba. La Convención Ramsar sobre los Humedales es un tratado internacional realizado en esa ciudad iraní en 1971.Actualmente, la han suscripto 144 países con 1402 humedales, mas de 100 millones de hectáreas que representan el 6% de la superficie del planeta. Incluyen ciénagas, pantanos, ríos, estanques de agua salada, estuarios y aguas costeras poco profundas. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, “los humedales son uno de los ecosistemas mas productivos del mundo, mantienen el 40% de las especies de peces y aves. Junto con los bosques lluviosos, los humedales también son los ecosistemas mas amenazados debido a su transformación, desarrollo y contaminación”.
Desde el ‘97, se conmemora el Día Mundial de los Humedales para llamar la atención de la opinión pública. En el 2003, el mensaje fue “sin humedales no habrá agua”, en el 2006 “los humedales ayudan a combatir la pobreza”. Incluso se ha constituido un ong global dedicada específicamente a su preservación: Wetlands International. Su misión es “mantener y restaurar los humedales, sus recursos y su biodiversidad para las futuras generaciones”.
En relación con los humedales hay un episodio reciente, ocurrido en Chile, que nos atañe de manera directa: la instalación de una planta de celulosa (una “papelera” como se las ha dado en llamar) en las proximidades de un humedal tuvo efectos devastadores. El terremoto de Valdivia del ‘65 hundió las tierras en las proximidades del Rió Cruces que la inundo, primero y convirtió paulatinamente, en un humedal. Transformó el paisaje y lo convirtió en el hábitat predilecto del cisne de cuello negro. Lamentablemente, a mediados del 2004 se instalo una planta de la empresa CELCO. Contamino el agua y provoco la muerte de 500 cisnes sobre un total de 6000. La mayoría emigraron y solo quedo una pequeña colonia de 300 pájaros. Tanto la Convención Ramsar como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza le han solicitado al gobierno chileno que pida la incorporación del Santuario Río Cruces al Listado de Montreaux, requisito indispensable para obtener la cooperación de la Convención frente a estas calamidades. Curiosamente, las autoridades chilenas no han hecho esa petición. ¿La suspicacia es un atributo de la lucidez? Al decir de la ong Aves de Chile “se crea la impresión que por alguna razón de la cual no se tiene conocimiento publico aun, no se desea incluir en este problema nacional a instituciones internaciones que como organizaciones imparciales pudieran dar a conocer un hecho. Tal vez no sea del interés del gobierno o de intereses privados que se sepa lo que ocurrió”.
Los humedales son el mar de fondo del conflicto con las papeleras, sobre todo si tenemos en cuenta que los entrerrianos hace tiempo están preocupados e interesados en su preservación. Un ejemplo: en el marco del Año Internacional del Agua Dulce, la Fundación Proteger organizo en Paraná un Seminario Internacional sobre Manejo Sustentable de Humedales. En esa ocasión, el gobierno provincial, encabezado por Sergio Montiel, presento un decreto para declarar de interés provincial al corredor de humedales fluviales del valle aluvial del Paraná para declararlo sitio Ramsar, con sus 900.000 hectáreas. También se acordaron definiciones para su gestión y uso sustentable. Asimismo, el ejecutivo local se comprometió a prohibir la tala rasa del bosque nativo entrerriano y los bosques de la ribera. Al finalizar, el seminario se hizo un llamamiento de tono amable para “invitar a los países limítrofes que comparten el corredor, la adopción de criterios semejantes”.

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