Todos somos victimas de la guerra a las drogas
ENTREVISTA: MARCO PERDUCA, académico y antiprohibicionista
EDUARDO BASZ
El líder de la Liga Antiprohibicionista Internacional dice que, ante el fracaso de la penalización, hay alternativas, como reglamentar su consumo. La guerra contra las drogas la inició el entonces presidente Nixon y está lejos de haber concluido. En un principio contó con un presupuesto de 6 millones de dólares, pero ahora llega a 15.000 millones. Aun así, las sustancias prohibidas son accesibles para todos (incluso los niños) y su precio en el mercado disminuye a pesar de las incautaciones. Algunos datos: en los Estados Unidos, el gramo de cocaína pasó de 177 dólares en 1988 a 114 en el 2003. En el caso de la heroína la caída fue más drástica: pasó de 1.650 dólares a 400 en el mismo período y la marihuana, de 380 a 320. Autores tan diferentes como Milton Friedman, Gabriel García Márquez y Fernando Savater se oponen, además, a esta cruzada prohibicionista por atacar las libertades individuales y provocar distorsiones en la economía. Para dilucidar estas cuestiones, "Debates" entrevistó a Marco Perduca, Director Ejecutivo de la Liga Antiprohibicionista Internacional. - ¿Puede decirse que la guerra contra las drogas está concebida para producir efectos colaterales? - Después de 35 años de guerra hemos visto que tiene más implicaciones negativas que éxitos. Entonces, cada vez que tenemos una guerra hay víctimas. Eso es algo sencillo de comprender y lo sabemos. Ahora vemos que las víctimas ideales de la guerra contra la droga eran los narcotraficantes pero, desafortunadamente, las víctimas somos todos, porque las repercusiones negativas no solamente alcanzan al consumidor: también son evidentes para el agricultor pero son obvios, asimismo, los costos de la administración de justicia que todos los ciudadanos debemos pagar. Y, claramente, tenemos la limitación de las libertades individuales, que es un producto concreto de la política prohibicionista. - ¿Cuál es la filosofía social y política implícita del prohibicionismo? - Es el control social, el control del territorio. Es la inversión en lo que se llamaba el complejo militar-industrial como alternativa a un complejo civil y político basado en una Constitución liberal-democrática. Entonces, se habla de políticas de control de drogas, nunca de reglamentación; nunca se habla de gobiernos. Tenemos esta dicotomía del poder versus el gobierno. Hay gente con mucho poder pero no sabe gobernar la situación. La única respuesta alternativa que podemos adelantar es una reglamentación a través de la legalización. - ¿Por qué resulta tan difícil instalar el tema en la agenda pública?- Porque la agenda pública no es solamente preparada por los que tienen el poder sino también por los medios de comunicación de masas, que siempre dan el tono sensacionalista de los aspectos más violentos de la sociedad y no los más reflexivos e intelectuales. Aquí tenemos que hacer un esfuerzo de evaluación de lo que hemos visto en los últimos 35 años, con trabajos de análisis e investigación. Pero, sin la ayuda de la prensa y la televisión, no podemos hacer nada porque la percepción social de los problemas viene de los medios de masas. - ¿Cuál sería un esbozo de la regulación del consumo de drogas en una sociedad contemporánea?- Me gusta la pregunta, porque hablamos de consumo. Y para mí es muy importante hacer esa diferencia entre el consumo individual, que puede ser de vez en cuando, y el problema de la adicción. Para nosotros uno de los modelos posibles es el consumo de alcohol o de tabaco, es decir, las drogas legales. Entonces, tiene que haber un permiso público, la presencia clara de la ley y varias reglamentaciones. Este podría ser uno de los varios modelos. En Europa hay países donde no existe un límite de edad, en otros sí lo hay. - La penalización de las drogas pasó a formar parte del sentido común, ¿cómo se dio esa trama?- Tal vez el sentido común sea el producto de campañas de desinformación, de manipulación y de mistificación. Tenemos un ejemplo de lo contrario: cada vez que en los Estados Unidos se ha hecho un referéndum a favor de la legalización de la marihuana médica, los partidarios de la despenalización han vencido. Y eso sucedió en diez estados. Entonces, se propone la existencia de un sentido común que no existe porque, cuando damos a la comunidad la posibilidad de expresar su sentido, es completamente diferente de lo que se dice que existe como sentido común. - ¿Existe alguna relación entre la guerra contra las drogas, la guerra contra el terrorismo y el así llamado choque de las civilizaciones?- El choque de las civilizaciones para mí no existe. En todo caso, hay una civilización prohibicionista y una civilización liberal. Seguramente, el aparato burocrático, técnico y militar que han utilizado en la guerra contra las drogas hoy es utilizado en la guerra contra el terrorismo. Eso está creando una guerra entre burocracias. Por ejemplo, en los Estados Unidos había alguien que quería terminar con la DEA y fundirla con el nuevo Department of Homeland Security. Los burócratas de la DEA se resistieron y ahora están descubriendo nuevas drogas peligrosas porque tienen que justificar sus salarios y continuar con su trabajo. - ¿El estigma del consumidor y del adicto es una repetición de las persecuciones a los herejes y los disidentes?- Sí. Cada vez que hay alguien un poco excéntrico (no hablemos ya de un inconformista o de un disidente político), tiene que ser estigmatizado. Claramente, el uso de una sustancia de la que se dice que es peligrosa es lo máximo de radicalismo que una sociedad puede aceptar. Este era el marco de la propaganda en los '70 y '80. Hoy, desafortunadamente, no tenemos ese tipo de figura. El nuevo hereje es aquel que no reconoce la autoridad. Y esto sucede también en países democráticos donde nos dicen que hay un proceso de debate público y transparente pero simplemente eso no existe. Lo vemos porque no podemos utilizar los mecanismos de las democracias liberales para cambiar las leyes. Sólo existe la opción del terrorismo, una opción violenta. Nosotros pensamos que una sociedad abierta tiene que tomar en consideración la posibilidad de cambiar las leyes no solamente a través del proceso legal del Parlamento sino también mediante la desobediencia civil y la lucha no-violenta en contra de una ley opresiva. El elegidoGraduado en Literatura Norteamericana en la Universidad de Florencia y doctorado en la de Pisa, además de realizar posgrados en otras universidades europeas, Marco Perduca es el director ejecutivo de la Liga Antiprohibicionista Internacional y forma parte del liderazgo del Partido Radical Transnacional. En la liga, su tarea está centrada en coordinar una campaña mundial para reformar las convenciones de la ONU sobre las drogas. En el 2000 dirigió la delegación radical ante la Unión Europea. Anteriormente, en el '98, encabezó una misión de recolección de datos en los Balcanes para preparar un documento sobre las responsabilidades políticas de los líderes serbios en la persecución de la etnia albanesa en Kosovo. Después intervino en la fundación del Comité Coordinador de los Radicales por la Revolución Liberal y los Estados Unidos de Europa.
ayresdejazz@yahoo.com.ar
0 Comments:
Post a Comment
<< Home