El concepto de seguridad humana
Por Eduardo Basz
Antes el problema era la violencia política; ahora, la violencia criminal. Una fuerte sensación de incertidumbre nos afecta a todos. Las principales víctimas del delito (hace falta decirlo) son las clases subalternas. En los países primermundistas, donde hay estadísticas de todo, esto aparece con la clara contundencia de las cifras. De acuerdo con la Oficina de Justicia de los Estados Unidos, la así llamada "tasa de victimización" es mayor entre los pobres que entre los ricos. En las familias con ingresos inferiores a los U$S 7.500 hay 60 víctimas de delito por cada 10.000 habitantes. Pero en la franja más alta de la sociedad (quienes reciben ingresos superiores a los U$S 75.000) la "tasa" cae hasta las 24 víctimas.
Sólo en los últimos tiempos la inseguridad se ha convertido en una epidemia social (el Primer Encuentro Internacional sobre Seguridad Urbana se realizó en Europa en 1987). Actualmente, en Internet hay 130.000 sitios sobre seguridad ciudadana y 30.000 sobre seguridad humana. Qué decir de Latinoamérica, donde a partir de los '90 la inseguridad creció de una manera descomunal. Aquí la "tasa de homicidios" es el doble que la de cualquier otra región tercermundista. Colombia (capital mundial del secuestro, con 3.000 personas capturadas por año), Brasil, Guatemala y México tienen el mayor número relativo de asesinatos y lesiones del mundo. De acuerdo con el BID, los hospitales públicos son ocupados hasta en un 40% por víctimas de la violencia. Los gastos de protección y efectos del crimen oscilan entre un 5 y un 9% del PBI. Precisamente, en ninguna otra parte del mundo, como en América Latina, donde la brecha entre ricos y pobres es tan grande, las seguridades son tan inseguras. Por eso hay percepciones tan diferentes acerca de lo seguro y lo peligroso.
Casi un año atrás, la OEA realizó en México la Conferencia Especial sobre Seguridad. En esa ocasión, Amnistía Internacional, junto con la Coalición de Organizaciones de Derechos Humanos, pidió a los Estados Americanos que adopten la idea de la seguridad humana en su totalidad. Porque así como antes las asociaciones de derechos humanos eran acusadas de defender a los terroristas, ahora son injuriadas como defensoras de criminales. Esta reunión reconoce como antecedente la Declaración de Bridgetown (Barbados) aprobada por la Asamblea General del 2002 y que propone desarrollar un enfoque multidimensional de la seguridad que abarque no sólo los aspectos tradicionalmente relacionados con esta cuestión, sino también con las coordenadas económicas, sociales, de salud y ambientales. Este concepto fue esbozado por primera vez en el Informe de Desarrollo Humano del PNUD de 1994. "La idea de la seguridad humana, aunque simple, probablemente constituya una revolución en la sociedad del siglo XXI". ¿Palabras excesivas? Tal vez. En todo caso, debemos conceder que es la primera vez que se trata de encontrar un punto de equilibrio (paradojal, difícil) de la seguridad con los derechos humanos, dos polos que hasta ahora se rechazaban mutuamente.
ayresdejazz@gmail.com
Antes el problema era la violencia política; ahora, la violencia criminal. Una fuerte sensación de incertidumbre nos afecta a todos. Las principales víctimas del delito (hace falta decirlo) son las clases subalternas. En los países primermundistas, donde hay estadísticas de todo, esto aparece con la clara contundencia de las cifras. De acuerdo con la Oficina de Justicia de los Estados Unidos, la así llamada "tasa de victimización" es mayor entre los pobres que entre los ricos. En las familias con ingresos inferiores a los U$S 7.500 hay 60 víctimas de delito por cada 10.000 habitantes. Pero en la franja más alta de la sociedad (quienes reciben ingresos superiores a los U$S 75.000) la "tasa" cae hasta las 24 víctimas.
Sólo en los últimos tiempos la inseguridad se ha convertido en una epidemia social (el Primer Encuentro Internacional sobre Seguridad Urbana se realizó en Europa en 1987). Actualmente, en Internet hay 130.000 sitios sobre seguridad ciudadana y 30.000 sobre seguridad humana. Qué decir de Latinoamérica, donde a partir de los '90 la inseguridad creció de una manera descomunal. Aquí la "tasa de homicidios" es el doble que la de cualquier otra región tercermundista. Colombia (capital mundial del secuestro, con 3.000 personas capturadas por año), Brasil, Guatemala y México tienen el mayor número relativo de asesinatos y lesiones del mundo. De acuerdo con el BID, los hospitales públicos son ocupados hasta en un 40% por víctimas de la violencia. Los gastos de protección y efectos del crimen oscilan entre un 5 y un 9% del PBI. Precisamente, en ninguna otra parte del mundo, como en América Latina, donde la brecha entre ricos y pobres es tan grande, las seguridades son tan inseguras. Por eso hay percepciones tan diferentes acerca de lo seguro y lo peligroso.
Casi un año atrás, la OEA realizó en México la Conferencia Especial sobre Seguridad. En esa ocasión, Amnistía Internacional, junto con la Coalición de Organizaciones de Derechos Humanos, pidió a los Estados Americanos que adopten la idea de la seguridad humana en su totalidad. Porque así como antes las asociaciones de derechos humanos eran acusadas de defender a los terroristas, ahora son injuriadas como defensoras de criminales. Esta reunión reconoce como antecedente la Declaración de Bridgetown (Barbados) aprobada por la Asamblea General del 2002 y que propone desarrollar un enfoque multidimensional de la seguridad que abarque no sólo los aspectos tradicionalmente relacionados con esta cuestión, sino también con las coordenadas económicas, sociales, de salud y ambientales. Este concepto fue esbozado por primera vez en el Informe de Desarrollo Humano del PNUD de 1994. "La idea de la seguridad humana, aunque simple, probablemente constituya una revolución en la sociedad del siglo XXI". ¿Palabras excesivas? Tal vez. En todo caso, debemos conceder que es la primera vez que se trata de encontrar un punto de equilibrio (paradojal, difícil) de la seguridad con los derechos humanos, dos polos que hasta ahora se rechazaban mutuamente.
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