País cartonero
Por Eduardo Basz
En todo el país pero sobre todo en el Buenos Aires posapocalíptico mucho se ha hablado de los cartoneros, denominación excesivamente fina y discreta para nombrar a la multitud de personas dedicadas al cirujeo como actividad de tiempo completo. En el mejor de los casos (una minoría) se han organizado en cooperativas de trabajo, con sus propios galpones, microcréditos para tener cierto capital, códigos de conducta para relacionarse con la ciudad. Pero hay otro sector del que, curiosamente, se habla muy poco: son los intermediarios, también conocidos como acopiadores o galponeros. Es una fauna siniestra constituida por “blancos pobres” que sobreexplotan a los cartoneros, generalmente población de las ‘villas”, y degradan las condiciones de habitabilidad de los barrios populares donde utilizan de manera “clandestina” galpones, en los que antes funcionaban pymes. Estos depósitos no son otra cosa sino pequeños basureros que muchas veces utilizan la cuadra como un basurero a cielo abierto, con la presencia constante de carritos, caballos, camiones destartalados y enormes bolsas de basura. Por supuesto, funcionan en la total ilegalidad y representan peligros de incendio y enfermedades en primer lugar para los propios cartoneros pero también para el barrio que ha tenido la desgracia de tener como vecino al propietario de un galpón que por unos pesos de más no vacilo en alquilarlo a esos sujetos. Para llevar adelante este oficio no vacilan en recurrir a la intimidación. (“Los vecinos mandan dentro de sus casas pero en la calle mandamos nosotros”). Uno puede preguntarse seriamente si tras apropiarse con total impunidad del espacio público el siguiente paso no sería quedarse con el espacio privado, es decir las viviendas (desvalorizadas) de esos barrios convertidos en basurales. Esto sólo puede surgir por la combinación de corrupción e inoperancia que afecta a numerosos organismos municipales. Aunque estos galpones han proliferado en los últimos 2 o 3 años y los vecinos han hecho todo tipo de denuncias, los inspectores casi nunca aparecen y los fiscales contravencionales parecen tener otras prioridades como perseguir a prostitutas y travestis . Más aún: hay galpones de acopiadores que funcionan como merenderos y locales políticos (todo a la vez, en un solo lugar y por el precio de un solo alquiler), en otros se han vistos camiones municipales (del así llamado Ente de Higiene Urbana) ingresando en locales “clausurados” donde les dejan los desechos a los acopiadores quienes luego los seleccionan en la calle y cargan en sus camiones. Evidentemente, Dios es argentino. Porque desde hace tiempo están dadas las condiciones para un incendio de vastas proporciones que arrase con una manzana. Recién entonces los príncipes y otros habitantes del palacio se rasgarán las vestiduras y se preguntarán cómo es posible que haya sucedido algo así. Lo realmente sorprendente es que no suceda un Cromagnon todos los meses. Seguramente, estos galpones forman parte de una nueva red de financiamiento ilegal de la política (sólo pueden existir con la protección de algún “padrino”) y muestran hasta qué punto ha llegado el deterioro social y moral de la época. La magnitud del cirujeo la ha transformado en un hecho macroeconómico. Se estima que sólo en la Capital Federal hay cerca de 50 mil cartoneros que recogen 150 mil toneladas anuales de desechos. El centenar de los galpones “clandestinos” les compran un promedio de 1.000 toneladas semanales. ¿Quién dijo que esto es cosa de lúmpenes? De acuerdo con la Asociación de Fabricantes de Celulosa y Papel, el cirujeo recupera, en todo el país, 430 mil toneladas anuales de diversos tipos de papel y cartón. Dicho en otros términos: una actividad económica de 500 millones de pesos por año, la mitad de la facturación de Edenor o Edesur. Para Hugo Alberto Anitori, directivo de Zucanor SA, empresa líder en reciclado de cartones”, el aporte que ellos hacen a nuestra industria es muy grande. A mí como ciudadano no me agrada ver que la gente tenga que hacer esa tarea. Pero entiendo que es el único método de subsistencia que tienen. En países más desarrollados no se ve este tipo de cosa porque no hay tanta marginalidad”.Con el hundimiento social de América latina ha surgido esta figura inconcebible, fantasmal, abismal: pepenadores, en México, minadores en Perú y Ecuador, recicladores en Colombia, clasificadores en Uruguay, cartoneros en Argentina y Chile, catadores en Brasil. Así es como este verano se realizó en las afueras de Porto Alegre, el II Congreso Latinoamericano de cartoneros. ¿Entidad convocante y organizadora?: el Movimiento Nacional de Catadores y Recicladores. El MNCR tiene sus raíces en Rio Grande do Sul, donde hay mas de 60 mil catadores y se estima que en todo Brasil hay medio millón de personas en esa situación. En una localidad de ese Estado (Gravatai) fue constituido en los ’90 el primer galpón organizado por los propios catadores. Como dijo un delegado de los recicladores colombianos: “Somos los pobres, somos los que reciclamos, somos los que limpiamos el mundo de la basura del consumo. ¿Qué queremos? Queremos reconocimiento económico, social y ambiental, para lograrlo necesitamos tener las manos en la basura y la cabeza de fuera de la basura”. Quienes suponían que el hecho cartonero era un episodio circunstancial y pasajero se han equivocado. Están aquí y para quedarse. Forman parte del nuevo paisaje social y económico.
ayresdejazz@yahoo.com.ar
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