ayres de jazz

El nombre, de claras resonancias piazzollianas, tiene su sentido. El jazz es, ante todo, libertad, mestizaje cultural y elogio de la diversidad. Ayres de Jazz es un pequeño velero que se desplaza en el oceano ciberespacial guiado por la curiosidad con el anhelo de comprender lo que esta sucediendo. Eso es todo.

Wednesday, May 17, 2006

Taiwan, la falla de las Naciones Unidas



Por EDUARDO BASZ


s una situación reiterada en los últimos 13 años. Pequeños países de América Central, Africa y Polinesia proponen el reingreso de Taiwán a las Naciones Unidas pero la mayoría de la Asamblea General vuelve a rechazarla. Un solo país de peso en la comunidad interestatal, la República Checa, expresa sus simpatías con el pequeño dragón; al resto parece importarle poco y nada. Esta exclusión responde a la política extorsiva de Beijing: ellos o nosotros. Cuanto más estrechos sean los lazos de un país con China continental mayores serán las exigencias para aislar a Taiwán, tanto en los foros internacionales como poner obstáculos a las actividades de sus 130 embajadas y oficinas representativas. Sólo 30 naciones mantienen relaciones diplomáticas con Taipei. A pesar de la crisis del SARS y sus efectos, tampoco pudo ser admitida en la OMS. En ocasión del tsunami, Taiwán, con un aporte gubernamental de 50 millones de dólares, integró la lista de los 20 mayores donantes. El sector privado llegó a ofrecer 100 millones de dólares para los afectados. Aun así quedó afuera, tanto de las reuniones de países donantes como de los debates para formar un sistema de alarma para tsunamis. Con 23 millones de habitantes (una población mayor a la de 140 estados miembros) también puede acreditar posiciones destacadas en el mercado mundial (17 en economía, primer productor de notebooks y de pantallas de cristal líquido), una de las seis flotas pesqueras del mundo lleva su bandera. Sólo el año pasado hubo 1.400.000 vuelos, operados por 69 compañías aéreas de 30 nacionalidades. Además, en su territorio hay 300.000 trabajadores extranjeros. ¿Puede una sociedad tan globalizada ser excluida de las Naciones Unidas? Sí, por supuesto.
Todo esto tiene sus orígenes en la resolución 2.758, aprobada por la Asamblea General el 25 de octubre de 1971. Con un lenguaje propio del funcionariado de las Naciones Unidas, afirmaba que "los representantes del gobierno de la República Popular de China son los únicos representantes legítimos de China en las Naciones Unidas y que la República Popular de China es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad; se decide reconocer a los representantes de su gobierno como únicos representantes legítimos de China en las Naciones Unidas, así como expulsar inmediatamente a los representantes de Chiang Kai Shek del puesto que ocupan ilegalmente en las Naciones Unidas y en todos los organismos con ella relacionados".
1971: esta cifra indica no sólo la vigencia de la Guerra Fría sino la inminencia del desenlace de la guerra vietnamita y la voluntad del equipo Nixon-Kissinger de normalizar sus relaciones con China continental. En aquel entonces Taiwán (nombre oficial: República de China) era una sociedad atrasada y pobre sometida al "terror blanco" del Generalísimo, un Neanderthal equivalente a Somoza o Stroessner. Sin embargo, Paraguay y Nicaragua nunca fueron expulsados de la ONU. El mito de "una China" compartido por el Kuomintang y el Partido Comunista tuvo mucho que ver en esto. Pero seguir sosteniendo esta anomalía más de medio siglo después es un absurdo, sobre todo cuando Taiwán se ha convertido en una isla de alta tecnología gobernada por el independentista Partido Democrático Progresista, que tiene sus raíces en el movimiento por los derechos humanos.
El anhelo del regreso a las Naciones Unidas (así sea como observador, con voz pero sin voto) forma parte del consenso social, una idea compartida por los partidos políticos y la sociedad civil. La campaña la inició en 1992 Lee Teng-hui, último presidente del Kuomintang, con el peso de una resolución de la Legislatura. Pero hasta ahora no ha dado ningún resultado. En algún momento Nelson Mandela y Vaclev Havel (los dos como jefes de Estado) llegaron a esbozar un apoyo a esa reivindicación. Pero poco a poco fueron sacando el tema de su agenda. Una de las consecuencias de esta ausencia es que Taiwán no participó en las Conferencias Internacionales de Democracias Nuevas o Reinstauradas, donde podría haber relatado su propio camino. Tampoco puede aportar mucho sobre su particularísimo estilo de desarrollo basado en las pymes. Peor todavía: el Estrecho de Taiwán puede ser uno de los tres posibles conflictos en el Lejano Oriente y el principal disparador de una guerra entre China y Estados Unidos. Dicho en otros términos: es una falla que puede provocar grandes cataclismos.

ayresdejazz@gmail.com



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