ayres de jazz

El nombre, de claras resonancias piazzollianas, tiene su sentido. El jazz es, ante todo, libertad, mestizaje cultural y elogio de la diversidad. Ayres de Jazz es un pequeño velero que se desplaza en el oceano ciberespacial guiado por la curiosidad con el anhelo de comprender lo que esta sucediendo. Eso es todo.

Friday, June 23, 2006

El rock del Caballo

Por EDUARDO BASZ


Las imágenes del Che pasaron a formar parte de la puesta en escena de cualquier concierto de rock. Sin embargo, la propuesta guevarista y la idiosincrasia rockera son incompatibles. Esto se nota con toda nitidez en Cuba. Incluso ahora, cuando en uno de sus habituales giros abrupto Fidel (con su inclinación por la sobreactuación) ordenó construir una estatua de John Lennon. En su inauguración, Silvio Rodríguez cantó Imagine (en inglés) y el presidente de la Asamblea de Poder Popular pronunció una arenga antimperialista. Los Beatles suenan en las radios y canales de televisión de la isla. Evidentemente, hay una operación en marcha para “reclutar” a Lennon e incluirlo en el santoral revolucionario. ¿Lo que primero fue prohibido luego es obligatorio?, ésta parece ser la política cultural del régimen. En ocasión de la Feria del Libro de La Habana, Miguel Bonasso presentó su última novela acompañado por el grupo de rock de su hijo. Algo parecido sucedió con Borges (que estaba censurado y ahora lo veneran) o con escritores cubanos defenestrados y varios decenios después reivindicados sin ningún problema. Algún poeta recordaba cuando Silvio Rodríguez lo llevó a su departamento para “oír bajito” Seargent Pepper.La ceremonia de la autocrítica, tan eficazmente practicada por los antiguos príncipes de Europa Oriental, le es ajena. Fidel siempre tiene razón: “No tengo la culpa de desconocer la obra de Lennon porque en esa época estaba ocupado en las grandes tareas de la revolución”. En tiempos de erupción beatlemaníaca, Fidel y sus comandantes libraron una obstinada “lucha ideológica” contra “manifestaciones de extravagancia” o de “decadencia capitalista”. En los ’60 y ’70 escuchar a los Beatles y los Rolling Stones, definirse como rockero, usar el pelo largo, vestirse de manera diferente eran actos de disidencia social y cultural penalizados. Ponerse minifalda era motivo suficiente para ser despachada a las Unidades Militares de Asistencia a la Producción (UMAP). El arzobispo de La Habana y Pablo Milanés las conocieron desde adentro. Creadas en 1965 en la provincia de Camagüey, eran el destino de trabajo forzado de los “jóvenes descarriados”: homosexuales, Testigos de Jehova, hippies, etcétera. Eran permanentes las requisas en busca de música extranjera y ediciones de la Biblia. Silvio Rodríguez no fue a las UMAP. Tuvo una sanción menor: lo echaron de la televisión por decir que tenía influencias de Los Beatles.El régimen se tomó muy en serio la cruzada contra los rockeros de los ’60. En 1968 se realizó en el Hotel Capri una redada como parte de la Operación Hippie, planificada por la Seguridad del Estado. El Ministerio del Interior tenía bajo vigilancia a las así llamadas “agrupaciones juveniles espontáneas”. La tarea le correspondía al Departamento E, dedicado a la “lucha ideológica” en los sectores religiosos, intelectuales y artísticos. Abrió fichas y expedientes por “diversionismo ideológico” o “manifestaciones contrarrevolucionarias”. Como todo se recicla, el jefe de aquella policía secreta ahora es el director de la industria electrónica cubana. Los grupos de rockeros estaban penetrados por agentes de contrainteligencia y sus actividades eran filmadas. El material le era entregado a Fidel para que tomara la decisión correspondiente. Casi todos los arrestados en la redadas terminaban en las UMAP. En setiembre del ’68 (prestar atención a la fecha) justificó la persecución policial por el “comportamiento antisocial” de jóvenes bohemios influidos “por la propaganda imperialista”.¿Una profecía autocumplida?: uno de aquellos frikis (bichos raros de los ’70), Alberto Hernández Suárez, pasó de la divergencia social a la disidencia política. Intervino en la fundación de la Unión de Jóvenes Democráticos de Cuba que participa del movimiento de bibliotecas independientes y apoya a los presos de conciencia. “Recuerdo un festival de música de Varadero en el que participaron grupos de rock. Nos enteramos y fuimos para allá. Establecimos relaciones con unos músicos. Parece que a las autoridades no les gustó y empezaron a perseguirnos. Un día nos detuvieron en la playa debajo de los botes donde nos quedábamos y nos acusaron de diversionismo ideológico. No caímos presos gracias a que los músicos intercedieron pero nos deportaron en una guagua para La Habana. En febrero de 1995 surge la Unión de Jóvenes Democráticos de Cuba con el propósito de promover los cambios democráticos en la isla y denunciar las violaciones a los derechos humanos”.En los últimos tiempos, cuando aumenta la presión policial sobre la sociedad civil, comenzaron a utilizar un recurso también vigente en otras latitudes: la guerra contra las drogas. Ya no se combate una disidencia sino un cáncer. El episodio más reciente es el arresto del líder del grupo Porno, acusado de traficante. En forma simultánea fue clausurado el Patio de María, convertido en el foco rockero de La Habana. Al decir de Andrei Céspedes, historiador del arte y amante de “la música de la libertad”, “la del rock cubano es una historia típica de los fenómenos culturales en una sociedad cerrada. Historia de dosificación a cuentagotas. Mecanismo de contención frente al desborde social. Historia de marginación regulada y tácita. Lo inducido cuando no queda más remedio. El Patio de María significa libertad. Porno significa el rock más duro y agresivo en música, escena, textos y dentro de ella el punk”. En Cuba el punk comenzó a surgir en los ’90. Algo bastante tardío. Recién después del ’89, con el colapso del “campo socialista” la gente se da cuenta que “al menos tenía derecho a ladrar”. En el ’91 se formó Rotura, en el ’92 Detenidos, después vinieron Eskoria, todos nombres intencionalmente desagradables. Comparten una agenda: los excesos policiales, el turismo de apartheid, el jineterismo. En el ’99 surge Porno. El demo contenía el tema Nueve Cuentos con un estribillo que dice: “Sospecho que toda la gente conspira para hacerme feliz”. Y una estrofa evidente: “Hay un hombre sentado en un trono / que se perpetúa como un verdugo / y quiere hacerme siempre en el futuro / feliz, feliz, feliz”. Porno cuestiona a los trovadores por su solemnidad y subordinanción al palacio. Además, hacen pertinente su nombre: elogian la pornografía y la bisexualidad. En los conciertos, el cantante apareció vestido de pionera o con una guitarra rusa y después la rompía en el escenario. Porque una cosa es ponerle Parque John Lennon al lugar donde en los ’60 y ’70 se realizaban las razzias contra los primeros rockeros y otra aceptar que un grupo de punkies se pasen de lo tácitamente permitido.

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