El tao de la prepotencia
la persecucion a Falun Dafa en Argentina
Por Eduardo Basz
La Argentina, ese híbrido que oscila entre la grandiosidad y la servidumbre, la anglofilia y la anglofobia, la república blanca y el país mestizo, el europeísmo y el latinoamericanismo, en uno de esos habituales giros imprevistos, ha tomado la decisión de suscribir una asociación estratégica con la República Popular China. En esta rara unanimidad nacional, convergen los políticos nacional-populares con el establishment empresarial. Hablar de los derechos humanos en China se ha convertido, así, en un acto de mal gusto. El único problema es que China continental practica, por llamarlo de alguna manera, un totalitarismo for export, algo así como un internacionalismo de cruzado. Los disturbios callejeros en la puerta del Congreso muestran que ni siquiera le interesa jugar al engaño y la apariencia. Lo crudo y lo terrible están a la vista. Peor todavía: exige complicidad.
Declarado persona no grata en Canadá y con querellas por el delito de genocidio en países como Bélgica, Finlandia, Alemania, Chile y Suecia, entre otros, Luo Gan es el monje negro de la nomenclatura, un príncipe impresentable. Invitado por el Partido Justicialista, el Frente Amplio y el Partido Comunista de Cuba, inició su discreta gira latinoamericana en Buenos Aires. Las reyertas comenzaron cuando este sujeto (hasta hace poco, jefe de la Policía Secreta) asistió a la Cámara de Senadores y en la calle había nueve miembros de la asociación Falun Dafa con afiches, volantes y carteles denunciando las persecuciones de esta escuela de Gigong. Inmediatamente, comenzó una situación discepoliana: fueron atacados por miembros del "comité de bienvenida"; los barrabravas tenían la "zona liberada", así que, pudieron tomarse su tiempo para despejar el territorio sin importarles la televisión argentina ni la gente que estaba en el lugar y mirando estupefacta lo que sucedía. En ese estado de descontrol, no sólo golpearon a los miembros de Falun y les sacaron sus carteles sino que les arrebataron una bandera a los muchachos peronistas y atacaron a un comisario. ¿Lo peor todo?: es la segunda vez que sucede esto. A mediados de noviembre del 2004, en ocasión de la deslumbrante visita del presidente Hu Jintao, veinte practicantes de Falun Dafa fueron atacados por unos barrabravas chinos: esa vez, frente al Hilton, en Puerto Madero, delante de efectivos de la Prefectura Naval que hicieron la vista gorda ante los desastres del grupo de choque. Después de los incidentes del Congreso, Luo Gan fue a visitar Bariloche: ¿por qué motivo esa ciudad atrae tanto a los oficiales de seguridad estatal de las ideocracias? En contraste, Amnesty ofrecía sus oficinas porteñas para que los miembros de Falun Dafa dieran una conferencia de prensa. (Amnistía Internacional ha alertado sobre las graves violaciones de los derechos humanos acontecidos en China, pero es de sorprendente preocupación que estos acontecimientos sucedan en Argentina). Durante los ataques del 2004, cuando fueron golpeados, robados y hasta mordidos, se hicieron dos denuncias: una policial y otra ante un juzgado que la archivó. En esta ocasión, Falun Dafa presentó una judicial contra la Policía Federal por incumplimiento de los deberes del funcionario público. En forma simultánea, miembros de Falun Dafa hicieron actos de protesta en los consulados argentinos en Montreal, Washington y Chicago. En una carta abierta, pedían tres cosas: investigar el incidente y detener a los agresores, investigar por qué la policía argentina no detuvo la agresión y prevenir que no sucedan casos similares en el futuro. Más allá de estos hechos conmocionantes, es constante la actividad de la Embajada china por extender su persecución en territorio argentino. Concretamente, se dedica a monitorear la actividad de los miembros de Falun Dafa aunque sean naturales del país. Un caso: en Santiago del Estero, Alvaro Colombres Garmendia presentó una denuncia ante el Juzgado Federal provincial, con el apoyo de la Subsecretaría de Derechos Humanos porque tiene registradas más de diez llamadas en inglés y mandarín (aparentemente, grabadas) donde lo acusan de "terrorista" y de realizar actividades conspirativas anti-chinas. Estas situaciones se repitieron en San Miguel de Tucumán y en Capital Federal. Antes del episodio del Congreso, el asesor legal de la Subsecretaría consideraba que "ciudadanos argentinos hayan sido golpeados frente al Hotel Hilton y que aparezcan en estas llamadas ya son un fundamento legal válido para comenzar una investigación en nuestras cortes federales".
Poseídos por un espíritu de cruzado, los funcionarios de la Embajada no dudan en plantear exigencias absurdas a miembros del gobierno argentino. Hace un tiempo, le pidieron al mismísimo Torcuato Di Tella ( de quien podrán decirse muchas cosas, pero el tipo es un liberal anglosajón) que impidiera la participación de Falun Dafa en la Feria del Libro. Esa reunión seguramente fue un choque entre culturas. Además de la "secta demoníaca", las embajadas chinas tienen otra obsesión: hacer lo imposible por asfixiar o reducir la presencia de Taiwán. Evidentemente, nuestra Cancillería es muy sensible a los requerimientos de la potencia emergente. Así, a mediados del 2005, envió una circular a los gobernadores para hacerles conocer la "Posición de la República Argentina con relación a Taiwán". Les dice que este documento debe ser transmitido también a los intendentes. Argumenta que a partir de la política de "una sola China" "deben abstenerse de entablar cualquier tipo de contacto oficial con autoridades públicas taiwanesas, así como de colaborar con Taiwán en cualquier actividad vinculada con el ejercicio de actos de gobierno". ¿Eso es todo? También se niegan a recibir al periódico "La Gran Epoca", editado por Falun Dafa.
Las embajadas de la República Popular China parecen seguir la misma pauta de conducta en todas partes. Lo que cambia, en todo caso, es la repuesta de la sociedad y los políticos. Un ejemplo: el 4 de octubre del 2004, el Congreso estadounidense aprobó la Resolución 304, condenando la interferencia del gobierno chino en suelo americano, especialmente a los ciudadanos practicantes de Falun Dafa. En el 2001, un alcalde californiano expresó públicamente sus simpatías por esta escuela de Gigong. Poco después, recibió una carta firmada por el cónsul chino en Los Angeles pidiéndole que se retractara. Por supuesto, tanta arrogancia genera sus respuestas. En Canadá, una practicante de Falun Dafa acaba de ganar un juicio por calumnias contra un diplomático chino. A mediados del 2005, se produjeron dos fugas de cierta relevancia: la del diplomático Chen Yonglin, asignado al consulado de Sydney y la del oficial de policía Hao Fengjun, reclutado por la Oficina 610. Desde el 2001 al 2005, el "trabajo principal" del miembro del consulado era perseguir a los practicantes de Falun Dafa, lo cual implicaba contratar personal para vigilancia e información. En Australia, cuentan con mil informantes como si se tratara de una novela antiutópica, los llaman F101). Su tarea es la propia de todo service: confeccionar listas negras, pinchar teléfonos, realizar campañas intimidatorias. Se estima que en Canadá existe la misma cantidad de agentes. Eso generó malestar en el Parlamento y un llamado de atención del antiguo jefe del CSIS (Servicio de Inteligencia y Seguridad) sobre las actividades de la Oficina 610 en ese país. Esta agencia fue constituida "para resolver el problema de Falun Dafa". Conste que todo se hace en nombre de la "seguridad nacional". ¿Demasiado kafkiano? Tremendamente real. Según Hao Fengyun, prófugo de la 610, "todos los practicantes de Falun Dafa en todo el mundo están bajo la vigilancia del Partido Comunista Chino".
4 Comments:
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