Un mundo sin petroleo
Por Eduardo Basz
El petróleo se está acabando, pero nadie quiere hablar sobre ello.
La industria del petróleo está en ebullición. El gobierno aprobó la explotación de los mayores yacimientos descubiertos en territorio británico al menos en diez años. Se dijo en todos lados que ha sido un "gran" hallazgo, lo que disipa la idea de que el petróleo del Mar del Norte está en decadencia terminal. Uno empieza a darse cuenta de cuán serio se ha vuelto este apuro en el que se encuentra la humanidad cuando descubres que este "gran" nuevo yacimiento proveerá de petróleo al mundo por poco más de cinco días.
Cada generación tiene su tabú, y éste es el nuestro: que los recursos sobre los que se han construido nuestras vidas se están agotando. No hablamos sobre ello porque no podemos imaginárnoslo. Nuestra civilización no quiere reconocerlo.
El petróleo por sí mismo no desaparecerá, pero la extracción de lo que queda se está convirtiendo en algo cada vez más caro y dificultoso. El cenit de descubrimientos de nuevas reservas se alcanzó en los '60. Cada año, consumimos cuatro veces más petróleo que el que encontramos. Todos los grandes descubrimientos parecen haber sido hechos hace mucho tiempo: los 400 millones de barriles en el nuevo yacimiento del Mar del Norte habrían sido considerados insignificantes en los '70. Nuestro suministro futuro depende del descubrimiento de pequeños nuevos yacimientos y de la mejor explotación de los antiguos y mayores. Ningún experto en este campo duda de que se alcance el cenit de la producción global de petróleo dentro de mucho.
La única pregunta es cuándo. Las proyecciones más optimistas son las del Departamento de Energía estadounidense, que afirma que éste no se producirá antes del 2037. Pero la Agencia para la Información sobre la Energía estadounidense ha admitido que las cifras del gobierno fueron suavizadas: basó sus proyecciones para el suministro de petróleo en las proyecciones para la demanda, quizás para no sembrar el pánico en los mercados financieros. Otros analistas son menos optimistas. El geólogo Colin Campbell calcula que la extracción global alcanzará el cenit antes del 2016. A mediados del año pasado, el geofísico Kenneth Deffeyes dijo en el "New Scientist" de que él estaba "al 99% convencido" de que la fecha del máximo de la producción global será en el 2004. Incluso si los optimistas están en lo cierto, estaremos apurando el barril de petróleo cuando aún vivan los que hoy son de mediana edad.
El suministro de petróleo disminuirá, pero la demanda global no lo hará. Hoy quemaremos 76 millones de barriles, en el 2020 se consumirán 112 millones de barriles al día, después de lo cual se prevé una aceleración de la demanda. Si el suministro disminuye y la demanda crece, nos encontraremos pronto con algo que no es familiar a las economías industriales desarrolladas: la escasez. El precio del petróleo se pondrá por las nubes.
Como el precio subirá, los sectores que son casi totalmente dependientes del petróleo -principalmente el transporte y la agricultura- se verán forzados a reducirse. Dado que el cambio climático causado por la combustión de petróleo está friendo el planeta, esto debería parecer algo bueno. El problema es que nuestras vidas dependen absolutamente de la economía del petróleo. Nuestros suburbios, en rápido crecimiento, son imposibles de mantener sin coches. Altos precios de petróleo implican altos precios de alimentos: buena parte de la población mundial en desarrollo pasará hambre. Estos problemas empeorarán por la conexión directa entre el precio del petróleo y la tasa de desempleo. Las últimas cinco recesiones en los Estados Unidos han sido precedidas por un aumento en el precio del petróleo.
El petróleo, por supuesto, no es el único combustible con el que los coches pueden funcionar. Hay muchos posibles sustitutos, pero ninguno de ellos será ni de lejos tan barato y estará tan disponible como el petróleo hoy día. Se lo puede extraer de arenas alquitranadas, pero en la mayoría de los casos se invierte casi la misma cantidad de energía que la que se obtiene a cambio, mientras se crean grandes montañas y lagos de residuos tóxicos. El gas natural es una opción mejor, pero el cambio de la propulsión por petróleo a la propulsión por gas requeriría una nueva infraestructura para ese combustible asombrosa e inmensamente cara. El gas, por supuesto, está sujeto a las mismas restricciones que el petróleo: al actual ritmo de consumo, el mundo tiene suministro para unos 50 años, pero si el gas ocupase el lugar del petróleo su vida sería mucho más corta.
Los vehículos podrían funcionar con células de combustible alimentadas con hidrógeno, producido mediante la electrólisis del agua. Pero la electricidad que produce el hidrógeno tiene que venir de algún sitio. Para llenar todos los coches de los EE. UU. se requeriría cuatro veces la actual capacidad de la red nacional. La quema de carbón es muy contaminante, la energía nuclear es cara y letal. Hacer funcionar todos los coches del mundo con energía eólica o solar requeriría la mayor inversión que haya hecho jamás una civilización. Nuevos estudios sugieren que los escapes de hidrógeno podrían dañar la capa de ozono y empeorar el calentamiento global.
Convertir las tierras en diesel o metanol es apenas viable en términos de la energía recuperada, pero significaría dedicar los campos de cultivo de alimentos a la obtención de combustible. Cálculos aproximados sugieren que hacer funcionar los coches del Reino Unido con aceite de colza requeriría un área de tierras cultivables del tamaño de Inglaterra.
Hay una posible solución sobre la que nadie que escriba sobre la inminente crisis del petróleo ha reparado: una técnica con la cual están actualmente experimentando los gobiernos británico y australiano, denominada gasificación subterránea del carbón. Es un nombre imaginativo para incendiar las vetas de carbón demasiado profundas o demasiado caras de extraer y capturar el gas que emerge. Es una perspectiva horrorosa, porque significa que varios billones de toneladas de carbón, que de otra forma hubiesen sido imposible extraer, quedan disponibles, con lo que el resultado más probable es que el calentamiento global acabe con la vida sobre la Tierra.
Parece, en otras palabras, que estamos en problemas. O echamos mano a cada una de las fuentes de recursos fósiles disponibles, en cuyo caso freímos el planeta y la civilización colapsa, o nos quedamos sin ellos y la civilización colapsa.
La única respuesta racional tanto al fin de la era del petróleo como a la amenaza del calentamiento global es rediseñar nuestras ciudades, nuestra agricultura y nuestras vidas. Pero esto no se dará sin una presión política masiva, y nuestro problema es que nadie se ha rebelado jamás pidiendo austeridad. La gente se echa a las calles porque quiere consumir más, no menos. Si damos a elegir entre un nuevo conjunto de mesa y la supervivencia de la humanidad, sospecho que la mayoría de la gente elegiría el conjunto de mesa.
En vista de todo esto, la idea de que la guerra con Irak no tuvo nada que ver con el petróleo es sencillamente ridícula. EE. UU. atacó Irak (que parece que no tenía armas de destrucción masiva ni era una amenaza para otras naciones), en lugar de Corea del Norte (que está desarrollando activamente un programa de armas nucleares y jactándose de sus intenciones de mandar a todo el mundo al otro lado) porque Irak tenía algo que EE. UU. quería. Con un sólo objetivo, Bush y Blair han estado haciendo planes para el día que se alcance el cenit de producción del petróleo, buscando asegurarse las reservas de otras naciones.
ayresdejazz@gmail.com
2 Comments:
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