ayres de jazz

El nombre, de claras resonancias piazzollianas, tiene su sentido. El jazz es, ante todo, libertad, mestizaje cultural y elogio de la diversidad. Ayres de Jazz es un pequeño velero que se desplaza en el oceano ciberespacial guiado por la curiosidad con el anhelo de comprender lo que esta sucediendo. Eso es todo.

Friday, May 19, 2006

Seguridad humana, seguridad con derechos humanos



Por Eduardo Basz



La contundencia del delito y el fantasma de la incertidumbre acabaron con las ilusiones de una republica blanca que sonaba con la insularidad europea. Ahora, debe afrontar su condición de península latinoamericana. Ante el descubrimiento de la realidad, surgen exigencias tan simplistas como siniestras.Para decirlo con el lenguaje de las Naciones Unidas:”Hay pocas soluciones sencillas. Pero el respeto a los derechos humanos esta en el centro de lo que significa ser una democracia y en el núcleo del control cívico democrático del sector de la seguridad”.
Secuestros, asesinatos, violaciones, robos, patotas, barritas, pungas y arrebatadores: el paisaje urbano del siglo XXI supero las pesadillas de los escritores de ciencia-ficción. La pérdida de la seguridad física (es decir, corporal) implica un abandono del espacio público: de la plaza, de la calle, del bar, de la nocturnidad, de algunos barrios, lleva a un deterioro de las construcciones y a una menor oferta de servicios básicos (salud, policía, transporte, educación), en definitiva de habitar una ciudad. En un documento llamado, precisamente, “La seguridad democrática en una sociedad democrática”, la ONG cordobesa El Ágora dijo: “Nuestros códigos jurídicos y sistemas penales no son los únicos que deban ocuparse del problema. La inseguridad de los ciudadanos en su vida cotidiana resulta, sobre todo, consecuencia de su abandono social”. Esta situación de riesgo urbano reclama respuestas civiles. La sensación de incertidumbre esta originada en la proliferación de la pequeña delincuencia que altera el dia a día de la gente.La gran delincuencia (trafico de armas, lavado de dinero, nartrafico, etc.) es un tema que el ciudadano observa como espectador televisivo. Las ciencias sociales tienen una deuda con la sociedad contemporánea: todavía no han estudiado a fondo y están lejos de comprender la dinámica del crimen. Muchas de las propuestas que se hacen están basadas en creencias, opiniones, supersticiones, ideologías y, en el peor de los casos, en el fanatismo. ¿La inconsistencia más extrema?: pretender que leyes más duras aumentaran la eficacia de una policía corrupta e incompetente.
Un informe del PNUD describe este problema con una familiaridad perturbadora. “En todo el mundo abundan las fuerzas policiales que no están cuando se las necesita o que no responden a los llamados de ayuda o que llegan al lugar de los hechos cuando alguien ya ha muerto. A pesar de todo esto, la gente necesita imperiosamente de la policía para que garantice un nivel básico de seguridad física’. Sin embargo hay un desfasaje cada vez más notorio entre la práctica policíaca y su misión aparente. Es decir: la tarea policial consiste en proteger los bienes, las personas y los derechos. Eso en los papeles. La realidad es otra. Sus funciones son investigar y resolver delitos, capturar delincuentes, reprimir y ser el cuerpo de seguridad del Estado. Suele inclinarse a perseguir “personalidades peligrosas” que, casi siempre, viven en los barrios más pobres. ( Recordemos que hace pocos años, la Federal tenía un proyecto para convertir a los cartoneros en ladrones de basura). Muchas actividades violentas o francamente delictivas de la policía son presentadas como medidas preventivas. Pero hay aspectos mucho más siniestros: prácticamente no existe delincuencia organizada sin la participación de policías o expolicias. La delincuencia policíaca tiene un sello inconfundible: su carácter patrimonial, robo de autos, asalto a vehículos de cargas, reventa de mercancías confiscadas, secuestros, asaltos bancarios. Al considerarse “profesionales del crimen”, los cuerpos policíacos resisten todo intento de injerencia civil.Pero también boicotean cualquier propuesta innovadora que surja de sus propias filas. Un ejemplo: en Brasil, un grupo de policías jóvenes llevaron adelante el programa “Viva Rio” que consistía en organizar a los pibes de la calle que lavaban autos. Lo resultados no podían ser más estimulantes. Se redujo la delincuencia y el temor de los vecinos a la violencia. Pero llego un comisario nuevo y lo liquido por “la degradación” en la que habían caído sus hombres. Y sin embargo, es posible pensar en la conformación (a largo plazo, claro esta) de una institución policial profesional, eficaz y apolítica. Expertos de las Naciones Unidas describieron cuales podían ser los “Principios de una gestión democrática del sector de la seguridad”. Básicamente, “las autoridades civiles deben tener la capacidad de ejercer el control político y la financiación de las fuerzas policiales”. Además de estar subordinadas al Poder Ejecutivo, deben rendir cuentas al Parlamento, estar sometidas a permanentes auditorias gubernamentales, a la observación de la sociedad civil y los medios, la fiscalización del Ombusman, las asociaciones de derechos humanos y el Poder Judicial. De lo que se trata es de abandonar la noción de que la tarea policial esta centrada en la guerra contra la delincuencia para estar encuadrada en el marco de una política de seguridad publica. Pero esto solo podrá lograrse en la medida que exista un movimiento ciudadano que
ayresdejazz@gmail.com

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