ayres de jazz

El nombre, de claras resonancias piazzollianas, tiene su sentido. El jazz es, ante todo, libertad, mestizaje cultural y elogio de la diversidad. Ayres de Jazz es un pequeño velero que se desplaza en el oceano ciberespacial guiado por la curiosidad con el anhelo de comprender lo que esta sucediendo. Eso es todo.

Sunday, November 16, 2008

Diplomatico españoles Justos entre las Naciones, a pesar de Franco

Eduardo Basz

El generalísimo Francisco Franco concibió la guerra contra la II Republica en términos de una cruzada nacional contra el bolchevismo, la masonería, el judaísmo internacional y la
sífilis.

Incluso, el Ministerio de Asuntos Exteriores quedó en manos de Ramón
Serrano Suñer, "el cuñadísimo", el elemento más fascista del
régimen. Aun así, diplomáticos españoles se las ingeniaron para
salvar judíos de la persecución nazi.

Por ese motivo, la Fundación Wallenberg, con sedes en Buenos Aires,
Nueva York y Jerusalén, está trabajando para que sean reconocidos.

A principios de este año, el Yad Vashem -el organismo israelí que
otorga este reconocimiento y que en 2007 recibió el Premio Príncipe
de Asturias- le concedió, a instancias de la Fundación, el título de
Justo entre las Naciones, a Eduardo Propper de Callejón, a quien el
propio Serrano Suñer se encargó de arruinarle la carrera diplomática
por haber entregado miles de visas a judíos desde el consulado de
Burdeos.

Actualmente, se está recogiendo información para que otros tres
diplomáticos españoles sean reconocidos. Se trata de Bernardo
Rolland de Miota, cónsul general en París (1939-1943), Sebastián de
Romero Radigales, cónsul general en Atenas (1943-1945) y Julio
Palencia embajador en Sofía (1943).

En 1940 había en Francia 300.000 judíos ejerciendo presión sobre las
puertas de los consulados para conseguir visas. Rolland de Miota
estaba directamente interesado en la situación de los 2.000
sefarditas de París. Llegó a confrontar con su embajador, José Félix
Lequerica (futuro ministro de Asuntos Exteriores), quien no tenía la
mínima intención de perturbar a la ocupación alemana ni a la Francia
colaboracionista con esos problemas.

Cuando el régimen de Vichy sancionó el "Statut des Juifs", De Miota
informó a Madrid sobre la magnitud de esta decisión. Pero el propio
Serrano Suñer le ordenó mantenerse al margen. Lo desobedeció y
dirigió sus esfuerzos a evitar la confiscación de los bienes de los
sefarditas residentes en Francia, poniéndolos bajo custodia de
administradores españoles.

En agosto de 1941, De Miota intervino en favor de 14 personas que
fueron detenidas y despachadas al campo de Drancy. Hacia la misma
época le propuso a los alemanes la evacuación de 2.000 judíos
(incluyendo algunos detenidos en Drancy) al Marruecos español.

Aunque no tuvo éxito siguió trabajando para facilitar la salida de
los judíos de Francia. En 1942, las medidas tomadas por De Miota
dieron resultado: Vichy no pudo confiscar el patrimonio de los
judíos. Y en septiembre de 1943, el gobierno español, a instancias
suyas, facilitó la evacuación de ciudadanos franceses desde Cádiz,
Algeciras y Málaga.

Radigales estuvo directamente involucrado en la salvación de unos
800 sefarditas de Salónica, incluyendo más de 360 prisioneros del
campo de concentración de Bergen-Belsen. Desde el momento en que se
hizo cargo del consulado de Atenas, desarrolló una gran actividad en
defensa de los judíos sefarditas. Emitió una resolución ofreciendo
la ciudadanía española a sefarditas sin ningún requisito.

En un memorando del 30 de abril de 1943, el embajador alemán en
Atenas, Gunther Altenburg, deploró las permanentes insistencias de
Radigales. Como resultado de sus demandas, los alemanes se vieron
obligados a posponer la deportación de varios centenares de
sefarditas.

Frente a esta situación, el embajador alemán solicitó a Berlín que
actúe sobre el Ministerio de Asuntos Exteriores español para que le
ordenara a Radigales que deje de interferir. Sin embargo, el
diplomático español logró la evacuación de 150 judíos de Atenas,
cuando todavía estaba bajo ocupación italiana, en un tren militar.

Radigales luchó hasta último momento para evitar la deportación de
más de 360 judíos. Aunque esta actitud irritaba a los alemanes y
parecía no dar resultados, finalmente consiguió su propósito.

El gobierno de Franco aceptó su iniciativa y a principios de febrero
de 1944, el III Reich le informó a Madrid que los deportados en
Bergen-Belsen serían enviados en dos trenes sucesivos que llegarían
a la frontera franco-española. El primero la cruzó en forma
inmediata. Pero al segundo, las autoridades españolas lo dejaron
parado durante dos días del lado francés. Esa situación dejó
perplejos a los alemanes quienes incluso llegaron a contemplar la
posibilidad de devolverlo a Bergen-Belsen.

Otra iniciativa de Radigales fue permitir a los sefarditas depositar
sus bienes en la embajada para que los nazis no los roben.

En diciembre de 1940, Bulgaria aprobó una amplia legislación
antisemita aislando a los 50.000 judíos del resto de la población.
Les pusieron límites asfixiantes a sus actividades económicas. El
embajador español Julio Palencia tomó la defensa de la vida de los
sefarditas y la protección de sus bienes, llegando a salvar a más de
600 judíos búlgaros que pudieron ingresar a España con visas que
emitió por su cuenta.

En 1943, el primer ministro búlgaro Bojdan Filov, aliado del III
Reich, le informa de la inminencia de las deportaciones.
Inmediatamente mandó dos telegramas a Madrid pidiendo su
intervención para lograr una evacuación. Nunca le contestaron.

Palencia inició negociaciones por su cuenta con el gobierno búlgaro
y los alemanes. Les dijo que España estaba dispuesta a repatriar a
los judíos españoles residentes en Bulgaria. Entonces, los nazis
comenzaron a llamarlo "el amigo de los judíos" y el "fanático
antialemán". La policía local vigilaba la embajada e interrogaba a
quienes entraban y salían. Incluso arrestaron a su secretario
privado, que era judío, acusándolo de espionaje.

Posteriormente, trató de evitar la ejecución del judío búlgaro León
Arie. No pudo impedirlo. En cambio, adoptó a sus dos huérfanos y dio
refugio a su viuda en la residencia oficial. También les dio
documentos españoles. Eso terminó de irritar a Berlín y también a
Madrid. En agosto de 1943, desde el gobierno español, le ordenaron
que se abstuviera "de tomar cualquier iniciativa que no fuera la de
actuar de acuerdo con el embajador en Berlín".

Finalmente, las autoridades búlgaras lo declararon "persona non
grata" y debió huir del país, perseguido por la Gestapo que lo tenía
identificado como un individuo a quien "lo acompañan sus dos niños
judíos adoptivos".

ayresdejazz@gmail.com

Friday, November 14, 2008

Los diplomaticos turcos que desafiaron a la Gestapo

Por Eduardo Basz

Entre las actividades de rescate de judíos
sefarditas del horror del Holocausto se destacaron los embajadores y
cónsules de Turquía establecidos en Francia, en Grecia y en toda
Europa. Específicamente, todos los diplomáticos turcos acreditados
ante París y Vichy ayudaron a los judíos a huir de la persecución
del nazismo.

El embajador en Vichy, Behic Erkin (1940-1943), los cónsules
generales en París, Ceudet Dulgen (1939-1942), Namyk Kemal Yolga
(1942) y Fikret Pefik Ozdooancy (1942-1945), los cónsules generales
en Marsella, Bedii Arbel (1940-1943) y Mehmet Fuat Carym (1943-1945)
y el vicecónsul en esa ciudad, Necdet Kent (1942-1945).

Aún así, entre los historiadores hay un debate acerca de si era una
política de Ankara -que se manejaba con una estudiada ambigüedad- o
si los diplomáticos actuaron por su cuenta y riesgo.

Pero en la Europa ocupada, los judíos turcos contaban con la
protección de Turquía que durante casi toda la Segunda Guerra
Mundial se mantuvo neutral y era un proveedor de minerales
estratégicos para la industria militar alemana.

Sin embargo, los nazis no siempre respetaban esa protección y
trataban de cruzar la línea. Les confiscaban las viviendas y
llegaron a deportarlos a los campos de Drancy y Compiegne. Frente a
esa situación, la embajada y los consulados turcos intercedían y
generalmente lograban su libertad.

El episodio más destacado lo protagonizó el vicecónsul de Marsella,
Necdet Kent: Su asistente Sidi Iscan, un judío turco, le informa que
los nazis están haciendo una redada y se llevan a unos 80 judíos.
Los dos van a la estación de Saint Charles, discuten con las tropas
alemanas y suben al mismo vagón donde iban los deportados.

En una de las estaciones siguientes, detienen al tren y un oficial
de la Gestapo le pide disculpas. Pero Kent se planta y le dice que
sólo se va a ir si lo acompañan los prisioneros. Cosa que sucede. El
tren iba al campo de Drancy y el destino final de esas personas era
Auschwitz.

A lo largo de su vida, Kent recordará ese momento. Y cuando alguien
le preguntaba por qué lo hizo, simplemente respondía: "Lo hice
porque era lo correcto". Otro cónsul, Yolga, también se subió a un
tren y entregó certificados turcos a judíos que iban a ser
deportados.

Se encontraban en una situación más complicada los así llamados
"turcos irregulares". Es decir, quienes se habían establecido en
Francia antes de la guerra y por algunas disposiciones
administrativas perdieron la ciudadanía. De todos modos, los
diplomáticos turcos los ayudaban. Este problema se resolvía con
papeles sellados y firmados, que tanto impresionaban a las
autoridades alemanas.

De acuerdo con las normas, los ciudadanos turcos debían depositar
sus pasaportes en los consulados y recibían un certificado de
ciudadanía que les daba cierta protección. Los judíos turcos
irregulares podían solicitar la ciudadanía, pero el trámite era muy
largo. Se enviaba el expediente a Ankara y en el interín recibían un
certificado, aunque legalmente no les correspondiera. Esa situación,
les dio a los judíos turcos el status de ciudadanos de un país
neutral.

Aunque la actividad estaba centrada en los judíos turcos, uno de los
cónsules honorarios de Lyon, un francés de apellido Routier, habría
entregado certificados de ciudadanía a judíos no turcos.

Hacia 1944, cuando Turquía le declara finalmente la guerra al III
Reich, los nazis instan a los funcionarios turcos a repatriar a sus
ciudadanos.

Entonces, la embajada organiza varios trenes de París a Estambul, en
los que viajaron muchos judíos. La actividad comprometida de esos
diplomáticos no pudo evitar que de los 20.000 judíos turcos
residentes en Francia, cerca de 1.600 murieran en los campos de
concentración.

Recientemente, la Fundación Wallenberg hizo un llamamiento a través
de los medios turcos para recoger testimonios en favor de estos
diplomáticos para que el organismo israelí Yad Vashem les conceda el
título de Justos entre las Naciones. En las condiciones actuales,
cuando algunos factores han estereotipado a los musulmanes, estos
reconocimientos adquieren un valor especial.

"Todos los salvadores merecen ser reconocidos, ya sean judíos,
cristianos o musulmanes", señalan los directivos de la Fundación.
"En el caso de los musulmanes creemos que el mensaje de solidaridad
humana se intensifica por la situación actual del conflicto entre
Occidente y el Islam fundamentalista. Pero un salvador es un
salvador".
ayresdejazz@gmail.com

Monday, November 03, 2008

Buscando a los salvadores del Holocausto

Por Eduardo Basz
Aunque el interés viene desde el proceso contra
Adolf Eichmann, a comienzos de los 60, durante los últimos tiempos
comenzó a tomar fuerza la búsqueda de los salvadores de judíos de la
persecución nazi que todavía no fueron reconocidos.

Los Justos entre las Naciones son aquellos que en una situación
terrible, el Holocausto, tomaron el riesgo de ayudar a personas
judías que padecían el plan de exterminio.

El reconomiento lo concede el Yad Vashem, también conocido como el
Museo del Holocausto de Jerusalén. Fundado con la Ley de la Memoria
de 1953, tiene la misión de rendir tributo a las víctimas y a los
héroes de aquellos tiempos.

La primera comisión para reconocer a los Justos la encabezó el
jurista Moshe Landau, quien había presidido el tribunal que juzgó y
condenó a Eichmann. Pero este organismo gubernamental no tiene el
mandato de buscarlos, sino de recibir el pedido, y una comisión
presidida por un miembro del Tribunal Supremo emite el dictamen, en
base a testimonios directos de personas salvadas y de testigos.

El salvador por antonomasia es el diplomático sueco Raoul
Wallenberg, que hacia el final de la guerra evitó la deportación de
los dos guetos de Budapest, con sus 100.000 habitantes. Hacia 1997,
el recientemente fallecido legislador estadounidense Tom Lantos -
salvado por Wallenberg-, y el líder ecuménico argentino Baruj
Tenembaun crearon la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, con
sedes en Buenos Aires, Nueva York y Jerusalén.

"Creamos la Fundación porque muchos hablan del Holocausto y
mencionan los campos de concentración, la destrucción. Es la parte
negra, oscura, de la época", explica Tenenbaum. "Nosotros trabajamos
con la luz, la parte clara. Y nos ocupamos de los salvadores porque
están. Los encontramos porque los buscamos. Los salvadores están, no
sólo del Holocausto, sino también de las dictaduras militares
latinoamericanas, de Yugoslavia y de Darfur. Nuestra época también
tiene sus Wallenberg. Seguramente, hay muchísimos. Pueden ser
diplomáticos o amas de casa. ¿Quiénes son? Ahí están".

Como única organización dedicada específicamente a la búsqueda de
los Justos, saben que el tiempo no está a su favor, dada la edad
avanzada de los supervivientes y de quienes pueden dar un
testimonio.

Aunque se dedican a esa tarea desde 1997, la intensificaron en el
ultimo año. Por eso han puesto su prioridad en el Holocausto, pero
no descartan en un futuro próximo trabajar sobre los genocidios
actuales.

"La Fundación tiene como primera meta identificar y reconocer a
salvadores del Holocausto", señala Daniel Rainer, vicepresidente a
cargo de la oficina de Jerusalén. "Sobre la base de esa información
presentamos los casos al Yad Vahem para que les concedan el título
de Justos entre las Naciones y también llevamos adelante programas
educativos en Argentina ("Wallenberg en la escuela") y en Estados
Unidos ("One person can make a difference"). El tema de los
salvadores destaca los valores de la bondad y del coraje en un
momento terrible como el Holocausto, cuando hubo personas que
pudieron ayudar al prójimo poniendo su vida en riesgo. El propósito
es educar a las nuevas generaciones para crear anticuerpos frente a
los genocidios de nuestro tiempo como los de Darfur y Yugoslavia".

No se trata sólo de probar que ayudaron a judíos, sino también de
"haber actuado de manera altruista, sin buscar recompensa o
compensación alguna por la ayuda prestada". En ese caso, se le
concede el diploma de Justo entre las Naciones y una medalla con una
frase del Talmud: "Quien salva una vida salva al Universo entero".

Hasta el momento fueron reconocidas alrededor de 22.000 personas y
sus nombres están inscriptos en el Museo de Honor del Jardín de los
Justos. Este reconocimiento tiene implicancias tanto educativas,
como morales y políticas.

"Los actos de los Justos demuestran, a ojos del Yad Vashem, que fue
posible la ayuda a pesar del aparato represivo del régimen nazi".

La última persona en recibir ese reconocimiento fue Stanislawa
(Stacha) Slawinska, una ama de casa polaca de religión católica que
salvó a diez supervivientes del Gueto de Varsovia. Hace unos meses,
Esfira Rapapport de Meiman, de 94 años, se acercó a la oficina de la
Fundación Wallenberg en Jerusalén para lograr el reconocimiento de
su salvadora.

Esfira nació en Lodz y pudo huir del gueto antes de su destrucción.
Stacha le dio refugio en su casa ubicada en la localidad de Grodzisk
Mazowieki, a 30 kilómetros de Varsovia. Con esa acción puso en
riesgo su vida y la de su familia, ya que el nazismo trataba como
criminales a quienes ayudaban a los judíos.

Una vez terminada la guerra, Esfira mantuvo contacto con Stacha y
pudo ayudarla económicamente. Primero desde Alemania y luego desde
Perú, donde vivió entre 1948 y 1972. Ese año emigró a Israel. Pero
en algún momento perdió el contacto.

Aunque suponía que Stanislawa ya había muerto -algo que sucedió el 9
de junio de 1971-, tenía un sobrino, Roman (Romek) Slawinski, quien
a pesar de ser un niño en aquellos tiempos crueles colaboraba con su
tía, tanto en la misión de salvar judíos como en otras actividades
de la resistencia polaca.

Inmediatamente, la Fundación Wallenberg lanza una campaña
internacional, con pedidos en los medios polacos, para localizar a
Romek. Pero lo ubicaron de otra manera. En abril de este año, a
través de una funcionaria de la embajada polaca en Buenos Aires,
Isabella Matusz, hacen un contacto con la portavoz del municipio de
Grodzisk Mazowieki. A las dos semanas responde el llamado y dice que
lo encontró. Luego se establece una llamada telefónica de Romek con
Esfira.

Así pudo dar un testimonio sobre las actividades de su tía. La
Fundación preparó un expediente y lo presentó al Yad Vashem, que le
otorgó en los primeros días de septiembre a Stacha el título de
Justo entre las Naciones.
ayresdejazz@gmail.com