Refugiados ambientales
POR PEDUARDO BASZ
La sucesión de catástrofes naturales esta generando la aparición de un nuevo tipo de refugiado: el refugiado ambiental. Estamos hablando de un verdadero éxodo de poblaciones que huyen de zonas devastadas. De acuerdo con la Universidad de las Naciones Unidas en los próximos cinco años habrá 50 millones de refugiados ambientales. Actualmente, hay 25 millones la mayoría de ellos en el África Subsahariana y Asia. Para tener una idea aproximada sobre la magnitud de la situación debemos tener en cuenta que el ACNUR a lo largo de su historia atendió a 50 millones de refugiados. En el siglo XXI, la tendencia será a que haya mas refugiados ambientales que de los otros. Al decir del presidente de la Asociación Internacional de Políticas de Salud, “los países deben prepararse para el éxodo medioambiental de los próximos años ya que la globalización y el calentamiento de la tierra han generado un nuevo tipo de refugiado”. Este éxodo provocará “uno de los nuevos y mayores problemas de salud pública de la época”. Las personas que sobrevivan a las catástrofes tendrán una salud más frágil y esas condiciones sociales precarias fomentarán la difusión de enfermedades. Las imágenes televisivas y los esfuerzos de cooperación se dirigen hacia los desastres más espectaculares como el tsunami, el Katrina o el terremoto de Cachemira.Pero hay millones de personas de-sarraigadas en situaciones desesperantes por cambios graduales, nada espectaculares, como la desertificación, la degradación de la tierra o el aumento del nivel del mar. Janos Bogardi, director del Instituto para el Medio Ambiente y la Seguridad Humana plantea la tragedia de estas personas. “Hay mecanismos internacionales para ayudar a los que huyen de guerras y conflictos armados pero no hay nada para los refugiados ambientales. Este es un problema muy complejo, con organizaciones internacionales ya saturadas por la demanda de refugiados, tal como se definió en 1951”. La Convención de la ONU de aquel año estableció como refugiados a quienes “son perseguidos por motivos raciales, religiosos, nacionales o de pertenencia a un grupo social o político”. Para Han van Ginkel, rector de la Universidad de las Naciones Unidas, es el momento de “aclarar que queremos decir cuando nos referimos a los refugiados ambientales, para estar mejor preparados frente a este problema”. Una ONG como Amigos de la Tierra considera que “el concepto de los derechos humanos debe ampliarse para reconocer y proteger la situación del refugiado ambiental”. Por eso, en Australia están haciendo una campana para reconocer los derechos de los habitantes de los estados insulares del Pacífico que corren riesgo de quedar sumergidos ante el aumento del nivel del mar. Es que si existe como tal, todavía no ha sido instituido como figura jurídica. Y en muchos países los tratan como inmigrantes económicos. En Nueva Orleáns, los refugiados más activos constituyeron la Asociación de Sobrevivientes del Katrina para defender sus derechos específicos, entre los cuales ocupa un lugar destacado el maltrato de una maquinaria burocrática incapaz de manejar estas situaciones. El año próximo Greenpeace lanzará una campana regional contra la deforestación que abarcara Brasil, Bolivia, Colombia, Venezuela, Paraguay y el norte argentino. Junto con la protección de la selva se defenderá el derecho de las comunidades indígenas a seguir viviendo en esa tierra para no convertirlos en nuevos refugiados ambientales.Se tiende a “naturalizar” los desastres naturales cuando muchos de ellos son el efecto de la saturación social del hábitat. Y no siempre sus responsables son las multinacionales o el G-8. Algunos ejemplos: la capital de Yemen duplica su población cada seis años (ahora tiene casi un millón de habitantes) y se estima que en el 2010 el espejo de agua que la abastece estará agotado; el desierto de Gobi se expande 10.000 kilómetros cuadrados por año; en Marruecos, Túnez y Libia el desierto avanza 1.000 kilómetros anualmente; en China la represa Tres Gargantas desplazará a casi 2 millones de personas. La vulnerabilidad aumenta ante el crecimiento de megaciudades en zonas costeras. La elevación del nivel del mar y el aumento de las tormentas son las condiciones óptimas para los grandes cataclismos de la época. Actualmente, 100 millones de personas viven en lugares construidos debajo del nivel del mar y en la costa. ¿Una de ellas?: Nueva Orleans, donde murieron más de 1.000 personas y un millón y medio se convirtieron en refugiados. En América latina, uno de los países más afectados por huracanes, tormentas y terremos es El Salvador. A la superoblación, la pobreza, las consecuencias de una guerra civil interminable deben agregar los peores índices de deterioro ambiental. No debe extrañarnos que los dirigentes de la Unidad Ecológica Salvadoreña digan que “los desastres no son naturales sino sociales, económica y políticamente construidos”.